¿Hasta dónde llega la violencia? ¿Cuándo se da comienzo a la misma? ¿Implica la violencia acción? ¿o bien la represión más o menos pasiva de la actividad de los demás puede considerarse ya violencia?
El otro día leyendo la Crítica de la violencia de Walter Benjamin caí en la cuenta de ciertas cuestiones al respecto.
Al parecer el derecho originario no tuvo en cuenta el engaño como punible. El engaño no es, de hecho, una violencia explícita, y cuando comenzó a penalizarse lo hizo no tanto por su propia utilización sino porque es un resorte para la ejecución de la violencia: la persona engañada muy probablemente recurrirá a la misma como respuesta.
En la época que vivimos del simulacro, de la mentira constante, del engaño como espectáculo en tiempo real en que nos sumergimos sin que nadie nos preguntara, me pregunto si vosotros no percibís el caldo de cultivo de una violencia futura.
Dudo si ésta será regeneradora, apocalíptica como querrán otros o, simplemente, competitiva, la lucha de equipos hasta que gane el mejor.
Los engaños no duran eternamente. Y, si Walter Benjamin tenía razón, cuando la población perciba el truco, la insatisfacción y el rencor del que se siente estafado llevarán probablemente al apedreamiento del prestidigitador.
Realmente no quiero violencia, nunca me sentí cómodo cerca de ella, pero me muero de ganas de que llegue el día en que la gente apague el televisor y pida cuentas a los verdaderos estafadores del mercado y los medios.
La justicia escrita en las leyes proviene de los privilegios de los poderosos. Es fácil entender entonces por qué decidieron que el engaño no era delito. Es fácil entender por qué hoy deben tener miedo a que el engaño sea desvelado.
Su poder se fundó en la violencia, después en la mentira. Ambas se protegen. Hoy la mentira, normalizada, hace menos necesario el uso represivo de la primera, pues su sutil violencia a día de hoy es la que adormece al pueblo, no la que lo golpea.
El Mago de Oz no era más que efectos especiales. Si corremos la cortina se acabará nuestro miedo infantil al poderoso.
Luis d Rivero
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